CUMAS: LA CUEVA DE LA PROFETISA 

                                                                  

    Los colonos griegos que llegaron a Italia en el siglo VIII aC eligieron un emplazamiento espectacular para su colonia de Cumas. En el extremo noroeste de la bahía de Nápoles, una montaña volcánica que dominaba un amplio panorama ofrecía una situación perfecta para el emplazamiento de la acrópolis, defendida en sus alrededores por el mar, los lagos, los bosques y las montañas.
   Aún pueden verse restos de los muros de esta acrópolis en su punto más elevado, el templo de Júpiter, antiguo enclave referencial para los navegantes. Estas ruinas corresponden a un templo del siglo V aC, reconstruido bajo el mandato del emperador romano Augusto (27 aC-14 aC), que en el Vl fue convertido en iglesia cristiana. En el descenso se aprecian la base y los contornos del templo de Apolo, de origen más incierto. Y aún más abajo es dable hallar la cueva de un oráculo sumamente famoso, la sibila de Cumas.
Oráculos del mundo antiguo
    Mujeres capaces de predecir el futuro aparecen en las tradiciones de muchos pueblos, pero pocas gozaron de tanta fama en la antigüedad como la sibila de Cumas. Desde tiempos muy remotos, los habitantes de Asia occidental recitaban versos considerados como declaraciones oraculares de profetisas llamadas Sibyllai. Se desconoce el significado original de la palabra sibila, aunque según la leyenda se cree que fue el nombre de una vidente de Marpeso, cerca de Troya, que enunciaba sus oráculos en forma de acertijos, escribiéndolos en hojas de plantas. Lo cierto es que la tradición de las sibilas fue trasmitida a los griegos, y de ellos a los romanos, localizándose en lugares concretos. Con el tiempo, sibila se convirtió en un término genérico, aplicado a muy distintas profetisas. El autor romano Varrón (116-27 aC) cita diez, repartidas por todo el mundo, entre las que destacaba la de Cumas.

    Se ignora si existió realmente en Cumas una persona concreta que fuera la sibila, pero en tiempos del Imperio romano se mostraba su tumba a los visitantes del templo de Apolo. Según la tradición griega, a las sibilas se las consideraba relacionadas con Apolo, dios de la profecía: en el oráculo de Delfos, en Grecia, la profetisa, llamada pitia o pitonisa, era sacerdotisa de Apolo. Masticaba hojas de laurel -el árbol de Apolo para sumirse en trance profético, o bien se sentaba en un trípode sobre una grieta del terreno con el propósito de inhalar vapores volcánicos tóxicos. Sea cual fuere el método empleado, se creía que el dios era su inspiración directa, enunciando a través de ella sus ambiguos oráculos.
    Al igual que Delfos, Cumas ocupa una zona de actividad volcánica, los Campi Flegri, al oeste de Nápoles, donde acudían los romanos patricios atraídos por las caldas construidas alrededor de los manantiales termales de Baia. Y al igual que el oráculo de Delfos, la sibila de Cumas guardaba relación con Apolo. Según los poetas romanos, procedía de Oriente, y Apolo le ofreció lo que deseara si accedía a ser su amante. Ella pidió tantos años de vida como granos hubiera en un puñado de tierra, que resultaron ser mil. Pero olvidó reclamar la juventud eterna, de modo que fue envejeciendo y aminorándose hasta que, agobiada por la edad, se encerró en una vasija que hizo colgar en Cumas. Cuando los niños le preguntaban en griego cuál era su mayor deseo, su única respuesta era «Quiero morir».

El ingreso al más allá
   El culto de Apolo era nigromántico y ctónico, dedicado a los difuntos y al otro mundo. En el sexto libro de La Eneida, de Virgilio, escrita entre el 29 y el 19 aC, la sibila de Cumas aparece como guía al más allá. Eneas, el héroe troyano, acude en consulta a su santuario, "una caverna enorme y oscura" situada bajo el templo de Apolo. Ella le entrega la Rama Dorada, credencial mágica para el más allá, y luego les guía, a él y a sus hombres, a las puertas del mismo, en el lago Averno.
     Este enigmático lago, a sólo 4 km de Pozzuoli, se sigue llamando Averno. Rodeado en otros tiempos de bosques sombríos, que plasmó con mágico estilo el pintor Turner, en la actualidad presenta un aspecto diferente debido a las erupciones volcánicas y a las urbanizaciones. A pesar de ello, sigue siendo un paraje cautivador, un lago profundo y sulfuroso que llena el cráter de un volcán, y cuyos vapores letales, según la tradición, impiden que los pájaros lo sobrevuelen. Al parecer, a este fenómeno debe su nombre, que podría derivarse del griego ornos, "carente de pájaros".

¿Qué lugar ocupa la cueva de la sibila?
En la acrópolis de Cumas existía una cueva considerada tradicionalmente como la de la sibila. Sin embargo, al realizarse excavaciones (en los años 20) se descubrió que su tamaño era mayor de lo que se pensaba, una enorme galería de 183 m. con aberturas para iluminación y cisternas de agua adosadas. Esta galería atravesaba la colina hasta el otro extremo, identificándosela de inmediato con unas instalaciones militares construidas por orden del general romano Agripa (c 63-12 aC). En 1932 se descubrió en las cercanías otra caverna, que los arqueólogos identificaron como la de la sibila. Se accede a ella a través de una galería de 107 m de longitud; hay, además, otras 12 galerías laterales más cortas, que se abren en la ladera de la colina y que sirven de iluminación.
    La galería principal termina en un vestíbulo con un par de bancos de piedra. Le sigue una cámara abovedada. Quizá los visitantes aguardaran sentados en aquellos bancos para consultar a la sibila, oculta al otro lado de la puerta que separaba el vestíbulo del santuario interior. O probablemente se encontraran en un estado de exaltación anticipada, pues durante el día las franjas alternas de luz y oscuridad producidas por las galerías laterales hacían que la persona que acudía desde el interior hiciera su aparición y se ocultase sucesivamente.
    Las galerías de iluminación podían también impresionar de otro modo a los visitantes del santuario. Al igual que otras aberturas encontradas en oráculos como el de Malta, éstas podían producir el estudiado "efecto especial" que describe Virgilio: "Una gran ladera taladrada y perforada cien veces, con cien bocas de voces susurrantes que trasmiten las respuestas de la sibila."
     Hacia 1932 se suponía que este hallazgo era definitivo; más aún, se sigue exhibiendo como "la cueva de la sibila". Pero ¿lo es realmente? El santuario de la sibila de Cumas fue venerado en todo el mundo griego desde los siglos VI o y aC, pero la mayor parte de lo que puede visitarse en la actualidad corresponde a un periodo algo posterior. Prácticamente no hubo hallazgos paralelos, que confirmaran o negasen el carácter religioso de la caverna, y algunos arqueólogos opinan que deben ampliarse las investigaciones. Sin embargo, próximos a la entrada de esta caverna, resulta fácil imaginar a Eneas, temeroso cuando la sibila, "desde su santuario, entonó sus enigmas, provocando ecos en la caverna..." (*)

(*) Fuente: Lugares misteriosos, Atlas de lo extraordinario, Vl, Ediciones del Prado.

Ilustraciones (de arriba hacia abajo): 1: Entrada a la caverna de la Sibila de Cumas; 2: La Sibila de Cumas, por Andrea del Castagno en la Capilla Sixtina; 3: Imagen de la Sibilia en cúpula de una iglesia.