LOS MONTÍCULOS INDÍGENAS DE AMÉRICA DEL NORTE 

Águila en un montículo de Georgia, sólo visible desde la altura. 

      Al pensar en los indios de Norteamérica siempre regresamos a algunas imágenes arquetípicas: el indio montado en su caballo, sosteniendo su rifle mientras plasma en su rostro un gesto digno y desafiante; y, cerca, la pradera, el búfalo y la tienda. Sin embargo, la diversidad de etnias y costumbres en América del Norte es vasta y compleja. Algunos de estos pueblos, fundamentalmente los que habitaron en el sudeste de EEUU, construyeron notables montículos con finalidades rituales y funerarias. En el caso Cahokia, ciudad del antiguo Mississippi, se halla Monje, la mayor construcción en tierra del mundo: con 305 m de longitud, 213 de anchura y 30 de altura, comprende una superficie de 5,7 ha que excede la base de la Gran Pirámide de Egipto. También es esencial el montículo de la Serpiente, en el condado de Adams, Ohio. Un ondulante terraplén de casi un metro de altura alberga la anatomía de una serpiente de 405 m de longitud y que aún mantiene su boca abierta, como si se aprestara a engullir un huevo. Algunos de los montículos, vistos desde la altura, muestran la imagen de algún animal (mamíferos, pájaros, reptiles). Curiosamente, Thomas Jefferson fue uno de sus primeros exploradores. En este momento de Mundo Mítico y arqueología de Temakel, nos acercamos a antiguas construcciones indias, señales todavía presentes de un llameante fervor espiritual.

  Thomas Jefferson, estadounidense, redactor de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, fue también pionero de la arqueología como disciplina científica. En 1781 escribió: "No conozco nada que pueda llamarse un monumento indio... a excepción, desde luego, de los montículos que se encuentran en múltiples lugares del país.." A continuación, los describía como "de diferentes tamaños, algunos construidos con tierra y otros con piedras. Es evidente que se utilizaron para enterrar a los muertos; pero existen grandes lagunas acerca del momento concreto en que se construyeron".
  Cerca de su residencia de Monticello, Virginia, el propio Jefferson investigó un montículo de forma ovoide, con base de unos 12,2 m y una altura de 1,5. Sus excavaciones revelaron
 que los agricultores modernos habían arrancado árboles de buen tamaño y retirado más de 005 metros de tierra de la parte superior del montículo. Al excavar en las diversas capas del mismo, Jefferson encontró unos  mil esqueletos, algunos amontonados en desorden bajo la tierra, y otros -los más antiguos -estratificados.
   ¿Fueron los creadores de estos montículos los primeros americanos? Tal era la opinión de Jefferson que suponía que habían llegado de Asia por la ruta del norte. Y más de cien años después de su muerte, se demostró que Jefferson tenía razón; pero no logró averiguar quién construyó los montículos, y cuándo. Y tampoco llegó a sospechar el enorme número y difusión de los mismos.

El gran montículo de la Serpiente
Los montículos de piedra están localizados principalmente en los valles de los ríos Ohio y Mississippi. Muchos de ellos tenían forma de pirámide, pero los más extraordinarios están moldeados cual animales: serpiente;, águilas, zorros, osos, alces, bisontes y, también, algunos seres humanos. Estos montículos con efigie, únicos en el mundo, muestran una notable característica que encierra un misterio: al igual que las líneas de Nazca, sólo pueden ser apreciados adecuadamente desde el aire.
   El más célebre de todos los montículos con efigie es el grande de la Serpiente, en el condado de Adams, Ohio. A 46 m sobre el nivel del mar, un sinuoso terraplén de casi un metro de altura reproduce el cuerpo de una serpiente junto a un pequeño arroyo llamado Bush Creek. La serpiente, que se remonta al siglo I aC, mide 405 m de longitud y tiene la boca abierta, en actitud de comerse un huevo. No se han descubierto huesos ni utensilios, sino huellas del modo en que se definieron los primeros contornos de la serpiente con piedras, para después construirla con arcilla acarreada de un valle inferior.
   Los arqueólogos ignoran todavía el origen de la construcción y el significado de la serpiente. Pero es dable encontrar ciertas pautas en mitologías y cosmologías de otras zonas del mundo,
en las que la serpiente aparece asociada con frecuencia a las propiedades vivificadoras del agua. En las leyendas amerindias, la Serpiente de Cuernos representa el poder fecundador del agua, en tanto que, para los aztecas mexicanos, la Serpiente Emplumada simbolizaba no sólo el Sol, sino también la lluvia y la tormenta. El gran montículo de la Serpiente podría representar la importantísima unión de tierra y agua, que propendía a la germinación de los cultos y la regeneración de la tierra.

¿Cuál fue el primer pueblo de los montículos?

  El gran montículo de la Serpiente es la principal obra que nos ha llegado de los adena, que prosperaron en el valle del río Ohio y se cuentan entre los primeros cultivadores de maíz en América. Gran parte de lo que sabemos de ellos se debe a los miles de montículos funerarios que construyeron durante la segunda mitad del primer milenio aC. En el interior de los mismos instalaron tumbas rectangulares para los cuerpos y los utensilios que se enterraban con ellos, como pipas de piedra talladas con formas humanas y animales, tablillas de piedra con dibujos o diseños abstractos, y objetos de cobre batido.
   Los orígenes del pueblo adena son poco precisos. Muchos de los huesos encontrados en sus montículos estaban pintados de ocre rojo, una costumbre que ya se practicaban 2.450 años aC en Red Lake, estado de Nueva York. Sin embargo, los braquicéfalos adena practicaban también la deformación craneana, entablillando el cráneo de los recién nacidos con el fin de obtener frentes muy altas y aplastadas. Esta práctica parece indicar que eran de origen centroamericano, pues los cráneos comparables más cercanos fueron hallado en lugares cercanos a la moderna ciudad de México.

El culto a los muertos
Al parecer, hubo un segundo grupo de constructores de montículos, los indios hopewell, que continuaron muchas de las costumbres de los adena. Los hopewell eran dolicocéfalos, físicamente distintos de los adena, y seguramente ocuparon el territorio de éstos en los valles del Ohio y el Illinois, donde practicaron una versión más suntuosa de su cultura. También entablillaban el cráneo de los recién nacidos, pero desarrollaron a su manera la tradición de los montículos funerarios, construyendo túmulos mucho más grandes y complicados.
Los montículos de los hopewell constituyen la prueba de un complicado culto a los muertos. En sitios especialmente nivelados se construían grandes casas mortuorias de madera; las de mayor tamaño carecían de tejado y partían simples estacadas. En el interior de estos recintos se incineraba a los difuntos, tras haber separado la carne de los huesos. Sólo a una élite privilegiada se la enterraba intacta, tendiéndose sus cadáveres en pisos mortuorios, rodeados de utensilios funerarios de los que tendrían que valerse en el otro mundo.
   Los ornamentos prodigados para la nobleza parecen indicar que los hopewell mantenían relaciones comerciales muy amplias. En los montículos se han hallado objetos de cobre batido y armaduras procedentes del lago Superior, dientes de tiburón del golfo de México y cuchillos de obsidiana de Yellowstone. Otros ornamentos encontrados son zarcillos de piedra pulida y pipas de piedra semejantes a las de los alena. Pero lo más llamativo son las largas sartas de perlas de río, acumuladas en grandes cantidades en el montículo de Seip, condado de Ross, Ohio. Y si bien los símbolos de los objetos funerarios hopewell repiten algunos propios de los adena, como la serpiente y las aves de presa, también los hay nuevos, como la esvástica y los discos solares.
   En el apogeo de su cultura, entre el 100 aC y el 200 dC, la influencia de los hopewell se extendía desde Ohio e Illinois hasta Indiana, Michigan, Wisconsin, Iowa y Missouri. Pero durante el siglo siguiente declinaron y desaparecieron, tal como había ocurrido anteriormente con los adena. Les sucedió un tercer grupo de constructores de montículos, los creadores de los espectaculares montículos templo.

Los montículos templo de Mississippi

Los creadores de los grandes montículos templo norteamericanos, equivalentes de las pirámides aztecas y mayas, fueron los nativos de la cuenca del Mississippi, que pocas veces los empleaban como cementerio, sino que optaban por instalar en ellos escaleras y rampas, o rematándolos con templos de madera consagrados a sus dioses.

El auge de la cultura del Mississippi, hacia el 700 dc, coincidió aproximadamente con el dominio tolteca en América Central, y muy bien podría constituir una de sus repercusiones. Es indudable que la gran ciudad de Teotihuacán, situada unos 53 km al norte de la ciudad de México, y probablemente saqueada por los toltecas hacia el 650, ejerció una influencia que alcanzó por el norte hasta la ciudad de Cahokia, en Mississippi. Situada frente a San Luis, pero a la otra vera del río, Cahokia adquirió su forma definitiva en los siglos XIII y XIV, y todavía pueden apreciarse sus ruinas en el parque estatal de Cahokia Mounds, Illinois. Era un gran complejo de montículos de cima plana, dispuestos alrededor de plazas rectangulares, donde vivía una población de entre 5.000 y 10.000 personas. Sobre los montículos no sólo se alzaban templos, sino también las residencias de sacerdotes y otras personalidades de importancia. En los campos vecinos se cultivaban judías, maíz y calabazas, y estaban salpicado de aldeas, cada cual con su propio montículo templo. Esta sociedad estaba regida por un rey dios que habitaba en una ciudad ceremonial.

En la planificación de Cahokia parecen haber influido los conceptos centroamericanos sobre el cosmos. Entre su centenar de montículos destaca el del Monje, la mayor construcción en tierra del mundo: con 305 m de longitud, 213 de anchura y 30 de altura, abarca una superficie de 5,7 ha, mayor que la base de la Gran Pirámide de Egipto. Está construido en terrazas, cual un zigurat de Oriente Medio, quizá constituyese un símbolo de la montaña cósmica que vincula al Cielo con la Tierra.

El Gran Sol de los indios natetiez

Cuando los europeos llegaron a América en el siglo XVI, la gran era de los montículos templo había pasado, y desaparecido los habitantes de Mississipi, pero parte de su cultura sobrevivía en las poblaciones indias instaladas en la zona que va desde Alabama y Georgia hasta Wisconsin.

Los principales herederos de esta cultura del Mississippi fueron los indios natchez, que vivían en las riberas del arroyo de Santa Catalina, cerca de Natchez. Cada una de sus siete aldeas contaba con su montículo, pero el centro focal del grupo era el de Esmeralda, de más de once metros de altura.

A los natchez los regía un soberano absoluto al que llamaban Gran Sol, tan sagrado que no podía rozar a una persona, ni siquiera caminar sobre el suelo, salvo que lo hiciera sobre alfombrillas especiales que se extendían para él. Se creía que el Gran Sol, al modo de los reyes dioses de las principales culturas centroamericanas, detentaba el poder de la energía solar.

Pero también los natchez tenían sus días contados. Para los franceses que vivieron entre ellos a finales del siglo XVII y principios del XVIII eran ya un pueblo o en decadencia, quizás a causa de las enfermedades importadas por los europeos, como el sarampión y la viruela. En 1704, el francés De la Vente escribió lo siguiente a su respecto "...en los seis años que llevan bajando por el río, puede darse por seguro que su número ha disminuido en un tercio..." Los propios franceses añadieron el toque final, masacrando a la mayor parte de la población natchez después de una rebelión. Así terminó la era de los constructores de montículos; éstos, pesar de sus 3.000 años de historia, siguen constituyendo uno de los enigmas arqueológicos de América del Norte. (*)

(*) Fuente: "Los montículos de América del Norte", en Lugares misteriosos, v.I, Atlas de lo extraordinario, Madrid, Ediciones del Prado, 1992, pp.116-118.